Espace Perecito



En una ocasión, estando la Negra Chagra en casa, preparé para almorzar un plato que inventé a base de quinoa (o quinua o kinwa). A la Negra le encantó. Me contó que se sintió sorprendida de que fuera rico, ya que una vez había intentado hacerle una comida con quinoa a Gustavo, su peor es nada, porque debía ampliar su dieta basada en asados los fines de semana y pizza el resto, y le había salido como el orto.
Insistió mil veces para que le pase la receta. Cada vez que me escribe un mail o hablamos por teléfono me reclama el secreto de mi arte culinario. Quiere convencer, a toda costa, a Gustavo, que ese pseudocereal que alguna vez intentó hacerle comer no es tan horrible como el jura y recontrajura a todos sus amigos y allegados, que lo miran con un dejo de lástima al consolarlo.

Por eso, acá, en el Espace Perecito, para la Negra, uno de mis platos exclusivos:

Quinoa con mugre.

No se asuste señora, no va a tener que andar recolectando nada roñoso por la calle, ni en la casa.
Voy a contarle un poco la historia de éste plato.
La cuestión es así.
Muchos amigos - amantes de lo natural, unos, ya viejos decrépitos que deben cuidarse del colesterol, otros - me habían hablado de la quinoa y sus cualidades. Así como la soja y otros productos de la familia vegetal, para mí, son comida para conejos y pajaritos. Pero hete aquí que una vez, en Perú, llegué a probar este alimento de origen incaico y, siendo sincero, para acompañar otras comidas de verdad, no me había parecido nada mal.
Charlando sobre colesterol y triglicéridos, de todas las comidas ricas que no debía comer para cuidar mi salud, de que todo lo que es rico es malo para la salud, de que no aguanto comer verduritas y otras yerbas, llegué a enterarme de que existía la posibilidad de comprar, en el supermercado de Clermont-Ferrand, grano de oro de los Andes.
Ahí está mi salvación, dije para mis adentros y me adentré al súper, carrito en mano, en búsqueda del alimento de los dioses. Ya con mi paquetito de quinoa bio origen Perú, victorioso, volví a casa y preparé mi primer plato. Mi idea era que acompañara un pedazo de chancho al horno remojado en su propio aceite. Pero me recordaron que estaba comiendo quinoa, justamente para cuidar mi salud y que el chanchito no entraba en la dieta natural que había decidido comenzar.
Una tristeza.
Un plato de quinoa, sólo, con un vaso de agua. Una rodaja de pan negro que ni siquiera servía para limpiar el plato. Estaba derrotado. Y lo peor es que sabía que debía terminar el paquete. Daba, por lo menos, para tres sesiones más de tortura incaica.
Guardé el cereal en un frasco de vidrio con la ilusión de que se pusiera verde y hubiera que tirarlo, pero no hubo caso. Permaneció impoluto esperando que lo cocinara y me lo engullera.
Hasta que un día me dije:
-Perez, ponele un poco de mugre para que quede más rico, utilizando el vocablo mugre en un clásico estilo argento que significa ponele onda, algo, cualquier cosa, no importa qué.
Así fue que le quedó el nombre "Quinoa con mugre" a éste plato que es más rico que la mismísima quinoa.

Ingredientes.

Vino tinto, una botella.
Quinoa, una taza.
Laurel de la casa de Tina, dos hojas (Si usted no conoce a Tina, puede poner laurel del comprado, pero en ese caso debería contar con tres hojas como mínimo).
Aceite de oliva.
Cebollas, tres o cuatro, según el tamaño de las cebollas y de los comensales.
Morrón, uno o medio.
Ajo, a gusto.
Vino blanco, un vaso.
Sal y pimienta.
Acá pongo las opciones, es decir la mugre, que yo utilizo para hacer el plato. Ustedes deberán elegir según la coyuntura económica de vuestros bolsillos.
a) Frutos de mar (En el supermercado encuentro unas bolsitas por dos mangos con una mezcla de pulpos, mejillones, camaroncitos, calamares, etcétera).
b) Panceta, chorizo y champignones (Ésta es la más rica).
c) Carne vacuna, porcino o pollo (Esta opción funciona para liquidar restos de una comida anterior).
d) Cualquier otra opción que se le ocurra (No, el abuelo no, señora).

Preparación.

Previamente, entre unos 20 o 30 minutos antes, abrimos la botella de tinto y dejamos airear el vino. Una vez transcurrido este tiempo nos servimos una copa, degustamos el vino y luego comenzamos la preparación.
Cortamos la cebolla, el morrón y picamos el ajo, que luego pondremos a cocinar en el mismo orden en una sartén con aceite de oliva (Puede ser del otro, pero entonces ya no es cocina internacional).
A esto le vamos a ir agregando otras cosas, así que ojo, no cocinar mucho la cebolla porque nos arriesgamos que al final se nos queme.
Por eso es bueno tener preparados todos los ingredientes antes de comenzar a cocinar.
Cuando la cebolla empieza a ponerse transparente, agregamos nuestra opción (Frutos de mar, carne, etc.), salpimentamos y dejamos que se cocine a fuego lento con la sartén tapada.
Nos servimos otra copita de vino y pasamos a la otra parte.
En una olla ponemos a hervir agua con sal y las hojas de laurel. Una vez que está hirviendo ponemos la quinoa. Y el secreto es que la quinoa se cocina en 17 minutos. Si la sacamos antes, está crocante. Y si nos pasamos mucho, se convierte en una masa asquerosa. Pueden ser 18, 19, quizás 20 minutos, pero no más.
Ahora tenemos unos siete u ochos minutos para picar alguna cosita - un cacho de pan con salamín, un quesito - como para no ponernos en pedo y nos servimos otra copita de vino. Todo esto revolviendo y vigilando que lo que estamos cocinando en la sartén no se nos queme.
Acto seguido le agregamos el vaso de vino blanco a la sartén y ya nos queda solamente esperar a que termine de cocinarse la quinoa y se termine la primer botella de vino.
Una vez la quinoa preparada, la escurrimos. Atención que hay que usar un colador de esos que son con agujeros chiquitos, porque si no la quinoa se va al carajo. En caso de no tener uno de esos utensilios de cocina, podemos usar el tradicional de fideos, pero hay que volcar lenta y prudentemente la quinoa, de manera que se forme una pequeña montañita que haga de tope para que no se escurra toda dentro de la pileta.
Ya tenemos la quinoa escurrida, la segunda botella de vino abierta, así que solo nos queda agregar la quinoa dentro de la sartén, revolver todo para que los sabores se amalgamen, que no nos falte pan y listo.
A comer, que se enfría la comida.

Ante cualquier duda en la preparación, contáctenos y escurriremos sus inquietudes.

Éste es otro aporte de Taquetepa para la felicidad del mundo entero en éste 2013, declarado año Internacional de la quinoa por la ONU.
 
 

 
 

 
 


 Une fois, alors que la Negra Chagra était chez moi, j'ai préparé pour déjeuner un plat que j'ai inventé à base de quinoa (ou quinua ou kinwa). La Negra a bien aimé. Elle m'a dit qu'elle était étonnée que ce soit bon, car un jour elle avait essayé de faire un repas avec du quinoa à Gustavo, son « mieux que rien », car il devait diversifier son régime à base de barbecues les week-ends et de pizzas en semaine, et elle l’avait complètement foiré.
Elle a insisté mille fois pour que je lui passe la recette. Chaque fois qu’elle m’écrit un mail ou que nous nous téléphonons, elle me réclame le secret de mon art culinaire. Elle veut à tout prix convaincre Gustavo que cette pseudocéréale qu’elle a une fois essayé de lui faire manger n’est pas aussi horrible que lui le jure et contrejure à tous ses amis et proches, qui le regardent avec un air de pitié en le consolant.

C’est pourquoi voici ici, dans l’Espace Perecito, pour la Negra, un de mes plats exclusifs :

Quinoa « à la crasse ».

N’ayez crainte, madame, vous n’aurez pas à recueillir de choses cradingues dans la rue ni chez vous.
Je vais vous raconter un peu l’histoire de ce plat.
Il en est ainsi.
Beaucoup de copains – amateurs de choses naturelles pour certains, vieux décrépits devant surveiller leur cholestérol pour les autres – m’avaient parlé du quinoa et de ses bienfaits. Tout comme le soja et autres produits de la famille végétale, pour moi, il s’agit de nourriture pour lapins et petits oiseaux. Mais il se trouve qu’une fois, au Pérou, il m’est arrivé de goûter cet aliment d’origine incasique et, pour être sincère, pour accompagner de la vraie nourriture, j’avais trouvé ça pas mal du tout.
Bavardant du cholestérol et des triglycérides, de tous les bons plats que je ne devais pas manger pour préserver ma santé, du fait que tout ce qui est bon est mauvais pour la santé, que je ne supporte pas de manger des petits légumes, etc., j’ai appris qu’il existait la possibilité d’acheter, au supermarché de Clermont-Ferrand, la graine d’or des Andes.
Voilà mon salut, me suis-je dit en mon for intérieur, et j’entrai à l’intérieur du supermarché, chariot en main, à la recherche de l’aliment des dieux. Avec mon petit paquet de quinoa bio origine Pérou, victorieux, je suis rentré chez moi et ai préparé mon premier plat. Mon idée était qu’il accompagne un morceau de cochon au four arrosé de sa propre graisse. Mais on m’a rappelé que je mangeais du quinoa justement pour préserver ma santé et que le petit cochon ne faisait pas partie du régime naturel que j’avais décidé de commencer à suivre.
Une tristesse.
Une assiette de quinoa, seule, avec un verre d’eau. Une tranche de pain complet qui ne servait même pas à nettoyer l’assiette.
J’étais vaincu. Et le pire, c’est que je savais que je devais terminer le paquet. Il en restait, au moins, pour encore trois séances de torture incasique.
J’ai rangé la céréale dans un pot en verre avec l’illusion qu’elle verdisse et qu’il faille la jeter, mais pas moyen. Elle resta immaculée, attendant que je la cuisine et l’engloutisse.
Jusqu’au jour où je me suis dit :
- Perez, ajoute-lui un peu de crasse pour que ce soit meilleur, utilisant le vocable crasse dans le style classique argentin qui signifie ajoute-lui un petit truc, quelque chose, n’importe quoi.
C’est ainsi que ce plat a conservé le nom de « Quinoa à la crasse », meilleur que le quinoa lui-même.

Ingrédients

Vin rouge : une bouteille
Quinoa : une tasse
Laurier de chez Tina : deux feuilles (si vous ne connaissez pas Tina, vous pouvez mettre du laurier acheté, mais dans ce cas vous devrez prévoir au moins trois feuilles)
Huile d’olive
Oignons : trois ou quatre, selon leur taille et celle des convives
Poivron rouge : un ou la moitié d’un
Ail : à volonté
Vin blanc : un verre
Sel et poivre
Voici les différentes options, c’est-à-dire la crasse, que j’utilise pour préparer le plat. Vous devrez choisir en fonction de la conjoncture économique de vos poches.
a) Fruits de mer (au supermarché, je trouve des petits paquets pour deux sous avec un mélange de poulpes, moules, crevettes, calamars, etc.)
b) Lardons, chorizo et champignons (ça c’est la meilleure)
c) Boeuf, porc ou poulet – pas de cheval (cette option sert à liquider les restes d’un précédent repas)
d) Toute autre option qui vous viendrait à l’esprit (non voyons, pas pépé, madame !)

Préparation

Préalablement, entre 20 et 30 minutes avant, nous ouvrons la bouteille de rouge et laissons le vin s’oxygéner. Une fois ce temps écoulé, nous nous servons un verre, savourons le vin et commençons ensuite la préparation.
Nous éminçons les oignons, le poivron et l’ail, que nous mettrons ensuite à cuire dans ce même ordre dans une poêle avec de l’huile d’olive (ce peut-être de l’huile de tournesol, mais alors ce n’est plus de la cuisine internationale).
Nous ajouterons ensuite à cela d’autres choses, donc attention, il ne faut pas trop cuire l’oignon sinon nous prenons le risque qu’à la fin, il crame.
C’est pour cela qu’il est bon d’avoir préparé tous les ingrédients avant de commencer à cuisiner.
Lorsque l’oignon commence à devenir transparent, nous ajoutons notre option (fruits de mer, viande, etc.), salons et poivrons et laissons cuire à feu doux en couvrant la poêle.
Nous nous servons alors un autre petit verre de vin et passons à l’autre partie.
Dans une casserole, nous mettons de l’eau à bouillir avec du sel et les feuilles de laurier. Une fois qu’elle bout, nous ajoutons le quinoa. Et le secret est que le quinoa cuit en 17 minutes. Si on le sort avant, il est croquant. Et si on dépasse de trop, ça devient une bouillie dégueulasse. Ce peut être 18, 19, peut-être 20 minutes, mais pas plus.
Nous avons alors devant nous sept ou huit minutes pour nous couper un petit quelque chose - un bout de pain avec du saucisson, un petit fromage – histoire de ne pas terminer bourré, et nous nous servons un autre petit verre de vin. Tout cela en remuant et surveillant que ce que nous sommes en train de cuisiner dans la poêle ne crame pas.
Scène suivante, nous ajoutons dans la poêle le verre de vin blanc, et il ne nous reste plus qu’à attendre que le quinoa finisse de cuire et que la première bouteille de vin se termine.
Une fois le quinoa prêt, nous l’égouttons. Attention, il faut utiliser une passoire à petits trous, sinon le quinoa fout le camp. Si nous n’avons pas cet ustensile de cuisine, nous pouvons utiliser la passoire à pâtes, mais il faut alors verser lentement et prudemment le quinoa, de manière à former une petite montagne pour qu’il ne parte pas dans l’évier.
Nous voici avec le quinoa égoutté, la seconde bouteille de vin ouverte, il ne nous reste donc plus qu’à ajouter le quinoa dans la poêle, remuer le tout pour que les saveurs s’amalgament, ne pas manquer de pain, et voilà. Venez manger, ça va refroidir.

Si vous avez quelque doute que ce soit concernant la préparation, contactez-nous et nous égoutterons vos incertitudes.

Ceci est encore un apport de Taquetepa pour le bonheur du monde entier en cette année 2013, déclarée année internationale du quinoa par l’ONU.

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